lunes, 23 de abril de 2012

Fuera de programa: Día del libro.

Gente toda, espero que este día los encuentre felices. Esta entrada puede que no tenga mucho que ver con el día que celebramos, pero rescata aquello que yo veo en las historias y la palabra escrita: ilusiones. Deseos. 
Les ofrezco al Artista. 
Sepan disfrutarlo. 





El Artista

        Era un hombre de madera y cordel rojo. Era una marioneta sin cuerdas, sin dueño, sin rostro, sin piel ni corazón. Era un muñeco articulado a tamaño natural, de cabello rubio y mejillas sonrojadas. Era una contradicción constante.
       Era delgado y de largos dedos, y llevaba encima una camiseta desteñida con grandes cortes de color y un pañuelo azul en el cuello que se le enredaba con los pinceles cuando pintaba.
        Era el Artista. Era un ser extraño que usaba sombrero de copa con cinta azul y se las pasaba dibujando.
          Era considerado un peligro, una anomalía, una extrañeza. Era un cuerpo de madera con conciencia de hombre de verdad. Era una explosión de color y luz cuando pintaba, y creaba mundos y maravillas por capricho. Era un travieso, un prófugo incansable, pues no existía cárcel que pudiese detenerlo. Era ingenioso al idear escapes; con lápiz pastel creaba puertas en los techos y con acuarelas volvía agua los barrotes. Era una sonrisa andante, a pesar de no tener boca ni labios con los que sonreír.
        Era un hombre sin nombre ni identidad, que cuando quería viajar armaba sus propios trenes y estaciones. Era quien pintaba la ciudad cuando la lluvia la desteñía, era quien se detenía en los caminos a pintar para los enamorados una puesta de sol.
       Era inconfundible con su mochila de cuero ajado, con su pañuelo azul que en invierno se convertía en bufanda, a pesar de que el Artista no podía sentir frío ni calor. Era un solitario empedernido; nadie podía igualar su paso por el mundo. Era una silueta de arlequines, de payasos, de flamencos y tortugas, todo al mismo tiempo. Era un prisma articulado de madera, que durante el día podía mover mil sombras y durante la noche, mil luces.
       Era un personaje intrincado, hecho, rehecho y vuelto a armar, andando por la vida un tanto cabizbajo, pues no tenía a quien mirar a los ojos. Era un antihéroe cumplidor de sueños. Era una tristeza hermosa.
       Cuentan que nunca lo cogieron, y que voló lejos, muy lejos, con sus paletas, sus pinturas, sus pinceles y su diluyente. Nadie lo ha vuelto a ver, pero tenemos la esperanza eterna de que vuelva a sacudirnos el hastío gris de encima.
       Era un ser extraño, sin duda. Pero era real. 

1 comentario:

  1. Gracias Irina por tu reflexión
    Me pregunto si tu artista no habrá dejado un pincel usado, un resto de pintura, unas gotas de diluyente para que nosotros, cada uno, pueda recomponer la vida, haciendo del gris una fiesta de colores?

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