miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Y si me dedico a hacerte el amor?


¿Y si me dedico a hacerte el amor?

¿Qué resultado obtendremos de ello?

Podría ocurrir de múltiples maneras, en múltiples escenarios. Podríamos desgarrar. Podríamos jugar. Podríamos, inclusive, ocultarnos. Podríamos hacer todo eso e incluso más.

Quisiera encontrarte distraído, ahí, inmune a la mirada que te vengo echando hace ya un tiempo, ignorante de lo que ocurrirá en los próximos minutos. Optar a la comodidad de un lecho oscurecido a la Hora de las Brujas, bañado de luz moribunda de atardecer. Quisiera observarte un segundo, permitiendo que en mi crezca el deseo, imaginando ese cuerpo que ya conozco. La sombra áspera que cubre el ángulo de tu mandíbula, la gota de sudor que se pierda en tu camisa, deliberadamente cayendo en la línea de tu clavícula. Imaginar tu pecho descubierto, abatido, acelerado. Imaginar tu cadera y la piel suave, desviándose del camino que parte en tu vientre.

Te desnudaría con deliberada lentitud, dejándote a ti la tarea de detenerme. Te haría cargo de lo inevitable de todo mi movimiento, de la ansiedad de mi avance sobre tu piel que ya se descubre. ¿Y si me detienes? Claro que podrías, ¿pero qué te hace pensar que lo permitiría? ¿Me dejarías la responsabilidad de convencerte?

Imaginación de lado, me hallaría frente a tu cuerpo. Tal como es, tal como me lo muestras. Saborearía tu piel sin prisas, redescubriendo todas las puertas que me has abierto. Las de tus detalles. Las de tus defectos. 

¿Y si me dedico a redescubrirme también entre tus manos? ¿Me regalarías, a cambio, tu susceptibilidad? Tendrías mis detalles, mis defectos. Nos tendríamos ahí, tibios pero ardiendo, disfrutando el segundo previo, el segundo expectante. ¿Me permitirías usar los labios para alcanzar la línea de tu ombligo al perderse en tu cintura? ¿Me permitirías demorar mi boca al deslizarse sobre ti? Lo haría en silencio. Sin preguntar.

Si quisieras, te dejo desnudarme. Desnudarme por completo y disfrutarme, disfrutarte, disfrutarnos. Atravesar todos los tiempos verbales del placer. Cambiar a la horizontalidad y poder mirarte a los ojos sin pudor, sonriendo a medias en complicidad. Con la punta de los dedos, recordarte. Cada recoveco, cada centímetro imposible de ti, cada idea, cada recuerdo.

¿Podría besarte? Suave, dulcemente. Rápido, ardientemente. Salvaje, desesperadamente. Sentir tus manos demasiado reales en mi cuello, luego en mis hombros, sobre la curva de mis pechos. ¿Podrías besarme? Cuello, hombros, pechos, vientre. Decidirnos por un momento a recorrer y redescubrir nuestra vulnerabilidad. Compenetrarse en el más puro sentido que puede tener un concepto.

Me envolvería en ti. Rozaría tu espalda con mis manos y me aferraría a la cadencia de tu respiración agitada, enterraría mi rostro en tu cuello y te dejaría llevarme. Te cubriría con mi cuerpo, viéndote a los ojos, bailando en compases irregulares y perfectos, perfectos el uno sobre el otro. Cerraría los ojos para sentirte. Para conocerte.

Quiero que me cuentes tu historia a través de tu cuerpo. Quiero entregarme. Tenerte. Tenernos. 

Quiero aguardar contigo la oscuridad, para que cuando llegue, ya no necesitemos los ojos.

Para que cuando nos alcance la luz, ya no necesitemos preguntas.