Algo me dice que fui feliz. Que fui un espíritu, alma o un ser etéreo
flotando sin cuerpo, o una conciencia diminuta prexistente determinada por el
destino en una célula dentro del cuerpo de una mujer –quien sabe. Algo me dice,
sin tener certeza en cualquier caso, que fui feliz, pero me arrancaron de lo
que era y me metieron en el cuerpecito de un proyecto de persona. O tal vez fui
nada, y comencé a existir con el choque improbable entre una célula de mujer y
una célula de hombre.
Pero consideremos que en ninguno de esos casos hipotéticos se me
preguntó si quería existir.
No me malinterpreten, no es esto una queja. Solo hago una reflexión.
Nunca me preguntaron si quería ser mujer u hombre, si quería nacer chileno,
francés o egipcio, si quería ser moreno, trigueño, albino o negro. Nadie me
preguntó si quería ser.
Nunca preguntaron –al menos que yo recuerde– si quería nacer en este
mundo, en este tiempo alocado en que uno come para vivir y vive para trabajar y
trabaja para comer. Nunca preguntaron si quería nacer en un hogar como el mío.
No malinterpreten, no estoy malhablando de mis padres. Todo lo
contrario. Estoy seguro que tuvieron siempre las mejores intenciones. Pero
ellos tampoco preguntaron.
Fui lanzado al mundo desnudo, expuesto, llorando y confuso, confiando en
que otro humano como yo me tomase, enseñase y protegiese de toda la maldita
porquería que existe en este mundo, de todas las malas palabras que existen en
el idioma como hambre, guerra, odio, envidia, burla, dolor.
Y tampoco olvidemos la neurociencia. ¿Cómo vamos a saber si una
porquería de dos células y menos de un milisegundo de existencia quiere crecer
y desarrollarse? Ni idea. Yo solo digo, no tengo las soluciones. Algún genio
metaastromegafísico antropólogo resolverá esta cuestión en unos años, y esta
injusticia terminará. No es que me esté quejando, por favor.
Pero bueno. Nadie preguntó y si lo hicieron no lo recuerdo. Estoy en
este país, en este momento exacto de la
historia, y me pregunto cuál habría sido mi respuesta de haberse tomado alguien
o algo el tiempo y esfuerzo de hacerme la famosa pregunta. Flores, gatos,
pasteles dulces, voces alegres, risas enloquecidas, atardeceres, hacer el amor,
nadar en un lago frío, leer a Benedetti, escuchar a un niño reír. Llantos,
presidentes, caídas, pérdidas, guerra, hambruna, libros malos, coaching de
autoayuda, tiempo escaso, tecnología inútil.
A lo mejor sería un ‘No, gracias’,
pero existen los besos y el chocolate. A lo mejor un ‘Sí, por favor’, pero está de moda el abuso y el miedo. A lo mejor
se trata de acojonarse y decidirse de una buena vez a vivir, de valentía, o de
cobarde, o de lo que está en medio de ambas en que la respuesta es ‘Bueno, ya estamos aquí’.
A lo mejor se trata de probarlo una vez y evaluarlo luego, pero habría
que asegurarse la posibilidad de retiro. O de vale otro.
Pero al final el asunto es así, no me preguntaron y ya es tarde o estoy
muy viejo para arrepentirme. Si uno nace, ya fue; fuiste alguna vez nacido y
exististe en el mundo, al menos por un momento. Quizás exististe antes de
nacer, y ahí te quedaste, y Dios o alguien más sabrá cómo irás a leer esto que
escribo.
El
punto es que nadie me preguntó si quería
nacer, y tampoco, seguramente, me preguntarán cuándo o si quiero morir.
yo me hago la misma pregunta,,pero tambien veo la soberania de Dios,,ahi veo lo pequeño que somos,,no decidimos estar aki,, tampoco irnos,,,todo depende de algo superior,,,es indudable que existe un Ser Superior,, y por eso es superior o sino sería igual a nosotros,, El es el Jefe,,,jajjaja
ResponderEliminar