Cara de gato. Todo silencioso, piel demasiado lisa,
mirada baja. Todo de gato, ojos grandes y redondos, dedos medio recogidos,
barba mínima que de suave dan ganas de acariciarla. Hasta el chaleco a rayas,
amarillo y grisáceo opaco, me recuerda a un gato atigrado.
Labios delgados que en algún otro momento de mi vida me
atrevería a besar. Ternura en voz grave y timidez poco modulada. Pretende verse
menos de lo que es, con su sonrisa fácil y un poco melancólica. Juega con un
lápiz negro, punta fina, como si fuese una pelota de mimbre. Parece un gato
acorralado.
Casi puedo verle las nueve vidas. Algo salió de sus
labios… ¿trabajo? No, no, ese es un rostro de adolescente, hasta el cabello
tiene despeinado de juventud. Se pierde dando vueltas los ojos al vacío, se le
han sonrojado las orejas, tal vez sea el calor que destroza este cuarto. Una
cadenita le rodea el cuello, plateada, como un hilito brillante alrededor del
cuello, ahogando el latido bajo su mandíbula. Es como si tuviese collar, a lo
mejor es un gato domesticado.
Aburrido en exceso. Estoy esperando a que bostece y
desperece lentamente su cuerpo, listo para irse a dormir sobre alguna alfombre
cerca de la chimenea. Hay un caudal oculto en su exclamación monocorde, me
habría gustado ver una gota de sudor cayéndole por la frente y remojando su
escasa barba clara que también le sirve de bigote. Es un gato silencioso.
Ha callado, ha notado mi presencia, se enrosca sobre si
mismo y, nuevamente, se pierde con la mirada parda en el vacío.
(:
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